El día del Pilar

Es quizá el fervor por lo patrio lo que se acrecenta cuando se sale del hogar y se vive en el extranjero  o que simplemente algo se rompe en el alma de un Zaragozano si en el lugar en el que se encuentra ni siquiera tiene fiesta y tiene que ir a trabajar en las fiestas del Pilar (o como se conocen en Zaragoza, «Pilares»).

No sólo es por el poder de atracción del sillón o del resto de deportes de riesgo que practicamos en nuestro tiempo libre, si no las especial emoción que nos calienta el estómago y que nos hace retroceder a la infancia de rodillas despellejadas, gigantes adoquines que se pegaban en los dientes y te impedían hablar o las luces de las ferias y el jamón de Teruel.

la columna

Porque el tiempo pasa y aunque es verdad que no todo el mundo se anima a desempolvar en cachirulo y dar un pequeño paso hacia la completa metamorfosis en baturro de guión de película de los sitios de Zaragoza,  al menos los que se anudan el pañuelo rojo y azabache (en mi caso, ya que soy de la rivera del Jalón-Ebro) a la garganta ayudan a mantener vivo el símbolo. Ya sea por mimetizarse con el espíritu festivo o como idea muy recomendable para combatir el frío que se normalmente suele pasar a saludar en esas fechas (ya que hasta el Cierzo se suele acercar a para festejar con nosotros) el caso es que podemos ver una pequeña marea de aragoneses y foranos que llevan esta prenda por la calle. Y si al ponernos el cachirulo y compartir con el resto uno de nuestros puntos en común podemos de paso recuperar un poco de la ilusión y ver las fiestas con ojos de niño, pues mucho mejor.

A día de hoy me encuentro en los albores de mi tercera semana en tierras Turcas, en İstanbul (Estambul) y me encuentro hoy con ganas de llegar a mi despacho y contarles a todos mis compañeros el porqué hoy no es sólo un gran día para los Españoles y toda la hispanidad, si no que es el gran día de esta tierra. Es una suerte de chiste cósmico que hoy me encuentre en esta ciudad, ya que mucha gente (normalmente mis amigos internacionales) que se pasa por mi galería de Flickr al ver la foto con la que os he ilustrado anteriormente me preguntan si se trata de Estambul.

Y la verdad que aunque Napoleón dijera que si todo el mundo fuera sólamente un país la capital sería Istanbul, Zaragoza no se queda muy atrás al mirar todos sus siglos de historia y todas las culturas que convivieron en armonía. No es casual que los fueros de Jaca fueran un referente para el resto de territorios de lo que luego se convertiría en España, como tampoco lo es que nuestras costumbres, gastronomía, palabras y expresiones son el palimpsesto de una riqueza que evoca a tiempos anteriores. Y eso nos da solera.

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Estambul, salvo por el  regusto asiático que sobrevuela el espíritu de la ciudad, comparte muchos puntos en común con Zaragoza. Como ella, ha sido enclave importante a lo largo de la historia, por su ubicación estratégica y ha resurgido de sus cenizas a través de los muchos ataques que ha sufrido (no en vano Zaragoza ostenta los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Muy Benéfica, Siempre Heroica e Inmortal), pero entrando en el tema menos prosaicos, compartimos un dulce con mucha personalidad, o al menos muy parecido. El guirlache.

Pese a que estas no son las primeras fiestas del Pilar que paso en el extranjero (otras las pasé durante otra larga estancia en Francia) y que me olvidé el cachirulo sobre la mesa al hacer la maleta,  pienso darme un pequeño homenaje con este dulce y sentirme como en casa.

Y es que a los hombres se nos conquista por el estómago.

Felices Fiestas a todos.

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ferendus

No estoy loco. Soy raro (del lat. rarus) escaso.